Teorías del gateo: ¿Cómo empieza un bebé a gatear?
El gateo es una fase por la que no todos los bebés deciden pasar. Aunque podemos estimular a nuestro bebé a partir de los seis o siete meses no es bueno forzar ya que cada caso es único existiendo bebés que son muy habilidosos en psicomotricidad gruesa mientras que otros lo son en psicomotricidad fina y a la inversa.
Hay teorías del gateo que afirman que lo mejor es que el bebé parta siempre de la posición tumbado boca arriba y que sea él por sí mismo el que consiga el dominio de su cuerpo.
Otras teorías del gateo indican que mediante ejercicios podemos favorecer el desarrollo como el de ponerles un cojín en la barriga boca a bajo o sentarlos en un taburete en el que toque con los pies en el suelo mientras lo sujetamos de las piernas…
Sin necesidad de forzar o realizar tablas de ejercicios como siempre el sentido común nos guiará en el proceso y seguramente se nos ocurrirán nuevas propuestas para nuestros bebés en función de nuestras observaciones.
Por ejemplo si nos damos cuenta que el bebé no quiere estar en la posición boca arriba estirado en el parque, podemos llamar su atención con algún arco de actividades a las que alcance con sus manos. Otra cosa de sentido común es el tipo de ropa con el que vestimos al bebé. No es lo mismo la libertad de movimiento que proporciona un chándal o unas mallas que la que proporciona un recio pantalón tejano.
El entorno que le proporcionemos también debe ser cómodo ya que la superficie debe ser blandita pero que no se arrugue. Si lo ponemos encima de una manta, ésta se arrugará y dificultará el gateo haciéndolo casi imposible. Para esta etapa, que normalmente es sobre los siete meses, debemos ofrecerle un espacio firme como una alfombra que no se arrugue (vigilando que sean de buena calidad, ya que hubieron casos de intoxicación por las alfombras puzzle).
El gateo es importante porque las extremidades se fortalecen y se preparan para la fase de andar o para la fase de las caídas en las que será vital poner o no las manos con rapidez y fuerza contra el suelo para no hacerse daño en la cara.
Además de favorecer el equilibrio permite interactuar más con el medio y desarrollar de forma correcta la coordinación entre la vista y el tacto.
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