Lo marcan el calendario y las temperaturas: ha llegado el verano. Y con él, cambios sustanciales causados por la luz que implican modificaciones en nuestras rutinas, nuestros biorritmos, nuestras vidas en definitiva.
Los sufrimos todos, pero sobre todos los adultos, porque tenemos que reestructurar completamente las rutinas que tanto tiempo nos ha costado inculcar a nuestros hijos durante el invierno.
¿Cuáles son estos cambios que trae consigo el verano?
La hora de despertarse: el alba llega a unas horas muy tempranas. Y no es raro que los peques abran los ojos con el primer rayo de sol que se cuela por los huecos de las persianas. Aunque duela ver que aún no son las ocho de la mañana y que tu hijo está correteando por la casa, toca levantarse. 
Aparejada con ella, la hora de acostarse también sufre modificaciones. Se acabó lo de irse a la cama a las 9 de la noche, cuando todavía hay luz y hay gente en la calle. Esta será la nueva hora de subir de la calle o de cenar.
El momento de ir al parque sufrirá un leve retraso. A las 5 o las 6 no es nada recomendable salir a la calle en verano. A no ser que quieras experimentar en tus propias carnes eso que dicen de que es posible freír un huevo con el calor que hace. No podrás salir hasta mínimo las 7, y ya me parece mucho. Porque a ver quién es capaz de aguantarles en casa más allá de las 18:30.
En consecuencia, los padres nos volvemos locos. Porque hay que reestructurar el momento del baño, de la cena y de la preparación de esta.
- ¿Les baño antes de ir al parque? ¿Y si luego acaban llenos de arena? ¿Les baño otra vez?
- ¿Dejo algo medio preparado para cenar antes de salir a la calle? ¿Cenaremos muy tarde si lo preparo después?
¡Ánimo! Esta situación durará “solo” dos meses y medio. Lo digo por quitarle hierro al asunto. Ya se sabe: “Mal de muchos…”
¿Cómo hacéis vosotros con los horarios de los niños en verano?
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