La importancia de poner límites a un niño no está sólo en que no se te suban a las barbas y puedan llegar a hacer de ti lo que quieran. Aunque también pero no es la única razón.
Es labor de los padres hacerles ver desde que empiezan a entender la comunicación verbal (diría que antes, cuando la comunicación no verbal la entienden perfectamente y les puede transmitir tanto. Un gesto, un guiño, una sonrisa…hay tantas cosas que no son palabras y pueden empezar a orientar a un niño sobre lo que está bien y lo que está mal..) que vivimos en sociedad, con límites que debemos conocer y respetar.
Es cierto que la vida moderna que llevamos, con ambos padres obligados a trabajar para poder mantener un hogar, nos deja muy poco tiempo con nuestros hijos y ya que estamos poco con ellos podemos tender a no querer discusiones, no ponerles límites y concederles siempre lo que quieran. Ay, qué diferencia en mi generación cuando ninguna madre trabajaba y se dedicaba a los hijos. Y no lo digo porque sean las madres quienes se tengan que quedar a cuidar de sus hijos pero sí en el sentido de que había un progenitor dedicado en exclusiva a la educación del niño. Un auténtico lujo que no está, por desgracia, a nuestro alcance ahora.
Es un error, claramente, concederles todo.
Ponerles límites les va a dar seguridad y van a ganar confianza en nosotros. Nos verán como sus orientadores, que les indicamos los mejores caminos por los que transitar en la vida.
Eso sí, a la hora de marcar esos límites, para empezar, no hay que poner excepciones y hay que ser uniforme en su aplicación. Con esto quiero decir que si el padre o la madre marca un límite que el otro considera, digamos, “salvable” andaremos mal. Será en ese momento, además, cuando el niño, que no hace más que observarnos, tome nota y lo emplee en su beneficio cuantas veces quiera.
Hay que ser cordial pero firme a la hora de marcar límites.
Nada de preguntarles, si se quiere imponer algo no se le puede dar la posibilidad de que elija. Y son niños, no máquinas; darles muchas órdenes a la vez ¡¡¡pueden cortocirtuitarles!!! Las amenazas y, por supuesto, la violencia verbal o física, no deben pasar nunca por nuestra mente. Además de ser una barbaridad, obtienen en los niños el efecto contrario al deseado.
Y expliquémosles las cosas, que entienden más de lo que nos creemos. Si les contamos por qué deben hacer o no hacer las cosas os aseguro que acabarán haciendo caso y comprendiendo que sus padres más que ordenarles le asesoran para ir por el camino correcto.
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