La creencia de que los hijos mejorarán el estado y la armonía de una pareja es un mito que ya hace tiempo que se ha ido desmontando por su propio peso. Por lo menos si el dicho o creencia se refiere a un período a corto plazo.
Está claro que si la pareja ya no está bien y tiene problemas de base, no será capaz de afrontar el reto de los hijos.Ni tendrá la paciencia y energía de educar un nuevo ser, por lo menos como es debido, sin que existan en el hogar más tensiones que las estrictamente necesarias o inevitables.
Bajo mi experiencia, los primeros meses de un bebé son duros por la falta de sueño, pero llevaderos y únicos por las nuevas responsabilidades, por los nuevos momentos, por los espacios sin tiempo y las sonrisas sin prisas.
Los siguientes meses de un bebé también pueden llegar a ser duros por la época de las rabietas sobre los dos años, por el trabajo de la pareja de llegar a un mismo nivel en cuanto a rigor en la educación se refiere, para poner los mismos límites y que sean útiles al ser respetados y llevados a cabo de la misma manera por los dos progenitores…En fin, cada etapa tiene lo suyo.
Si, por el contrario, hablamos de un período a largo plazo, la cosa cambia, porque si la pareja es capaz de superar todas esas duras etapas por las que les hará pasar el bebé, es que se trata de una pareja sólida o que sabe aprender y crecer de los errores, con lo que esa pareja se irá convirtiendo poco a poco en una nueva familia que sabrá velar por sus propios intereses priorizando los objetivos de la propia familia por encima de los intereses incluso de la familia de origen.
Es así, es el ciclo de la vida, y debe ser así para que todos crezcamos, siempre respetando al prójimo y sin hacer daño ni caer en las emociones tóxicas que tanto daño hacen a nuestra salud.
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