Como en mi casa siempre fuimos familia numerosa, cuando me planteaba cuántos hijos e hijas tendría, siempre soñaba con tener tres.
Cinco como familia numerosa, como en el caso de mi madre no, porque son demasiados.
Uno, tampoco, porque me parecía poco. Y dos, no sé, se quedaba como algo en el tintero y si te discutías con ése hermano o hermana, ya no tenías a otro al que acudir para que lidiara entre los dos…jajjaja
A fin de cuentas estos pensamientos eran de una chica joven, que no tenía ni idea del esfuerzo que supone tener hijos e hijas ni del cansancio que puedes ser capaz de soportar cuando llevas meses e incluso años sin dormir una noche seguida…¿Una noche seguida? ¡Hasta me suena extraño! ¿Eso existe?
Ahora, que ya soy madre de dos tesoros, una de 7 años y uno de 2…tengo a veces ganas ya de acabar con esta etapa que, aunque deliciosa y única, no se acaba de llevar bien por el cansancio extremo que supone.
Y aunque os hable de cansancio y falta de sueño, no cambio esta etapa de crianza de bebés casi niños porque con ella he atesorado en mi memoria imágines infinitamente dulces de mis retoños, secuencias de risas como si de vídeos se tratara irrepetibles que permancerán en mi recuerdo (espero) para siempre.
La maternidad es como una montaña de altibajos, cuando te subes, ya no te puedes bajar nunca. Es como un Dragon Khan que empieza en el mismo momento en el que te enteras que llevas una vida en tu interior y que vas a ser la responsable de todos los cuidados que requiera.
A mí personalmente no me gustan las atracciones, pero si tengo que ser sincera, ésta de la maternidad me ha cambiado la vida, hasta tal punto, que incluso podría llegar a repetir…
En parte es como una deliciosa droga benigna, que aunque sabes que te va a costar esfuerzo, no puedes renunciar a ella.
¿Y tú? ¿Estás pensando ya en repetir?
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