Hacia la semana vigésimo segunda de embarazo, vuestro futuro bebé ya puede estar cerca de los veinte centímetros y pesar 300 gramos. Recuerdo cuando nos hicieron la ecografía de esa semana y nuestro niño pesaba 250 gramos. Yo pensé que era un peso más propio de una carnicería que de un hospital.
A estas alturas el niño se mueve ya cosa mala. Se notan sus patadas, se empiezan a notar las “deformaciones” tipo alien en la tripa de vuestra pareja y los dos, con paciencia, especialmente en la noche, cuando vosotros os relajáis un poco, podréis notar la actividad del pequeño.
Antes de esa semana han pasado también muchas cosas.
Se van moldeando sus pies y sus piernas y se pueden empezar a distinguir los surcos en las palmas de sus manos. El corazón ya está dividido en cuatro espacios diferenciados, el cerebro se desarrolla a una velocidad vertiginosa y la médula comienza a producir glóbulos rojos.
Además, al final de este periodo se comienzan a definir los aparatos reproductores del feto. Se va formando la vagina en las niñas y los testículos se disponen a bajar de la pelvis al escroto.
Párpados, cejas, ojos, boca toman forman mucho más definida y la cara de nuestro niño se va pareciendo a lo que será.
En estas semanas del embarazo, especialmente en la vigésimo segunda, se desarrolla su sistema límbico. Se trata de una estructura en el cerebro que controla emociones y sentimientos y que, aunque no os lo creáis, influirá de manera determinante en el estado de ánimo de la propia madre.
Hablando de la otra gran protagonista de todo este proceso, la futura mamá, también pasa por muchos cambios en estas semanas. Muchos son preparatorios para lo que ha de venir como el hecho de que los pechos se van poniendo a tono para producir leche. Otros son producto de la acción “succionadora” del feto, lo que lleva a generar anemia en la embarazada. Otros síntomas afloran debido a la presión que ya se ejerce (varices, hemorroides) en las partes bajas de la madre.
También son típicos en estas semanas del embarazo las palpitaciones, respiración profunda y ritmo cardíaco más acelerado.
Sólo el hecho de ver (en las ecografías) y notar (cada día, a cada momento) que el bebé está bien puede compensar todo el suplicio que siente la embarazada.
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