Ahora que el calor esta acabando en muchos lugares de España, no es de extrañar ver cómo los hábitos de nuestros pequeños han cambiado durante el verano.Seguramente os habéis alarmado, a pesar de que normalmente tenga un apetito voraz, este verano se dejara la comida en el plato o el biberón a medio acabar.Tampoco os ha resultado anormal que se despierte más de la cuenta o que le cueste conciliar el sueño aunque se vea a la legua que está sumamente cansado.
Todos esos son síntomas de que le estaba afectando el calor. La forma de comprobarlo es sencilla.
Bastará con que le ofrezcáis en ese instante un biberón de agua y veréis cómo, primero, se tira como desesperado a por él y, segundo, se pasaducho más tiempo chupando que lo que puede ser normal en el un día que no haga tanto calor. Ya hemos comentado en algún que otro post que los niños, especialmente los muy pequeños, son muy sensibles a las altas temperaturas.
Corren peligro de deshidratación o de quemaduras o insolación si están al sol y no llevan la protección adecuada.Cuando estén al sol siempre deben ir con la cabeza, orejas y cuello tapados. Por supuesto, crema de protección es indispensable para evitar quemaduras.En la casa, conviene que no haya cambios bruscos de temperatura de habitación a habitación. Es decir, aire acondicionado a tope en un lugar y nada en otro es malo.
Durante la noche, a nosotros nos gustaba dejarle el aire acondicionado de su cuarto puesto este verano, aunque si te aseguras de que la habitación esté siempre entorno a los 20-22ºC y el chorro de aire no le dé directamente no haría problema. Lo que sí es útil es un humidificador o, en su defecto, un bol con agua.Refrescará el ambiente, le permitirá respirar mejor, hará menos calor y, por tanto, dormirá más a gusto y, probablemente, se despertará menos veces.
Todo sea porque el niño haya descansado mejor … y, de paso, los padres también.
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