Si el ritmo de crecimiento de nuestro hijo es el normal o no es una pregunta que todos nos hemos hecho y nos hacemos desde que somos padres.
Es algo natural, querer que nuestros vástagos se desarrollen convenientemente y, si es posible, que nos superen aunque lo primero que hay que decir es que tienen papeletas para ser de una altura similar a la nuestra y, además, cada niño crece a su modo por lo que no debe uno preocuparse si no sigue los “cánones”.
Lo que sí se suele producir es un crecimiento extraordinario durante el primer año de vida, especialmente durante el primer trimestre, el que puede llegar a crecer un niño diez centímetros. El resto del año, el crecimiento se ralentiza trimestre a trimestre hasta completar un total (aproximado) de 25 centímetros en todo el primer año.
El segundo año el ritmo de crecimiento tampoco es desdeñable, un centímetro al mes.
Esta frecuencia va bajando año tras año y entre que el niño cumple los cinco años hasta que tiene doce, más o menos (hay que recordar que nada es fijo cuando se trata del crecimiento de cada niño), suele estar en unos seis centímetros al año. Después de esta etapa, viene la pubertad, en la que todos recordamos los dolores de rodillas que eran claros signos de crecimiento… Es curioso que se denomine a la pubertad la etapa del “estirón” cuando se crecen unos nueve centímetros al año ¡Casi tres veces menos que en el primer año de vida!.
Por esta lógica, el año del estirón debería denominarse al primero.No sé a vosotros, padres primerizos, pero a mí me parece que mi hijo, que hace poco ha superado la barrera de sus primeros doce meses, crece a ojos vista. Cada mañana, cuando le recojo de la cuna para cambiarle la ropa y se estira, ¡¡¡se me sale por todos lados!!!
Yo le digo, “¡¡Ay, cómo se estira mi niño, qué alto es!!”, aunque me temo que la herencia que le deja su padre no es generosa en ese sentido…
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