Está claro que la experiencia de ser madre y/o padre es única y que conlleva muchos cambios. Tanto por el esfuerzo, paciencia y sentido común que requiere, como por la responsabilidad de que una vida dependa de ti y de cómo tú la cuides.
Al ser madre dicen los expertos que aparece un incremento de materia gris en las áreas del cerebro asociadas al cuidado infantil creciendo las redes que tienen que ver con el cuidado o vigilancia para asegurar la supervivencia y el cuidado del bebé desprotegido. Según estudios de la Universidad de Tel Aviv el cerebro del padre también cambia al experimentar la vivencia y dedicar tiempo a su bebé, aumentando la cantidad de neuronas.
Estos y otros estudios destacan que el cuerpo humano en general y en concreto en determinados órganos se producen cambios y se adaptan para hacer frente al papel de cuidador o cuidadora.
Es la naturaleza, está en nuestros genes, estamos programados para, una vez que nos reproducimos, tener cuidado de nuestros descendientes por encima de todo.
Traer hijos al mundo no es moco de pavo, requiere mucho sacrificio y estar muy centrado para estar pendiente de todos y cada uno de los detalles, multiplicando por el número de hijos cada uno de esos “deberes”.
Ser madre es priorizar las necesidades de tus hijos e hijas por encima de las tuyas, e irte a dormir cada noche pensando en lo monos que están dormidos y la carita de ángel que tienen cuando entran en modo OFF…Además de en la merienda que le vas a poner al día siguiente, el atrezzo que tiene que llevar para la obra de teatro, la homeopatía o las defensas, el día de la semana que le toca hacer el flúor o acordarte de pedir hora para la revisión oftalmológica o del dentista…o ….
En fin, muchas cosas… ¡Qué os voy a contar!
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